domingo, noviembre 17, 2013

Saqueos, especulación, violencia y cambio social.

La semana pasada cuando leímos en el Twitter que había saqueos en Venezuela lo primero que pensamos fue en los sucesos de febrero de 1.989, el día en que la gente de los cerros bajó a la ciudad a decir que existían y que eran parte de nuestra sociedad, pero no, esta vez no se trató de una manifestación espontánea en contra del gobierno, sino que ocurrió el insólito hecho de que fue el gobierno mismo quien promovió las manifestaciones frente a las tiendas de electrodomésticos para exigir la liquidación de la mercancía a precios razonables, consenso con los beneficios  cambiarios  que reciben los importadores de electrodomésticos.

La violencia es injustificable en todos los caso y en este hubo violencia, rompieron vidrieras sacaron productos por la fuerza, algunos por el simple deseo de destrucción. Una de las funciones del Estado es la preservación de la paz social y en este caso hubo una perturbación innegable de esta. Pero debemos ir un poco más allá y preguntarnos cual fue el origen de la perturbación, a primera vista aparecen las palabras de Nicolás Maduro en cadena nacional de radio y televisión denunciando la especulación y diciendo que la mercancía debía ser liquidada a precios justos sin dejar un solo producto en los aparadores; pero la raíz del problema no está allí, obviamente hay responsabilidad de un buen número de comerciantes que especulan y se benefician de las políticas públicas derivadas de un sistema de cambio monetario que no es accesible a toda la población, no olvidemos que estamos hablando de productos importados, pero también hay que ver la falta de una política coherente de control en la comercialización de los productos importados.

Las leyes del mercado, la oferta y la demanda son las que deben determinar los precios, pero esto es prácticamente imposible cuando existe una política de racionamiento de las divisas lo que da por resultado que sean accesibles a unos pocos quienes al final serán los encargados de fijar los precios, lo cual aunado a la incertidumbre de conocer los precios de reposición de las mercancías y el aumento constante del circulante como política del Estado para solventar los problemas internos se convierte en caldo de cultivo para la especulación, la cual por cierto se inicia en el mercado negro de divisas en el que un dólar vale ya más  diez veces que el dólar de Cadivi y seis o siete veces el precio fijado en las subastas oficiales.

El problema es entonces una economía distorsionada en buena parte por la misma acción del Estado, aunque no debemos obviar la acción especuladora de algunos comerciantes que no habían tenido hasta ahora ningún tipo de control sobre sus ganancias. La pregunta que surge entonces  es ¿cual es la solución? Si el gobierno mantiene su línea de desmontaje del capitalismo para la construcción del socialismo como lo pregonan en los discursos oficiales la opción será continuar con la política de controles férreos sobre los precios, estatización    del sector productivo y comercial junto al control de las divisas, lo cual traerá seguramente como consecuencia un periodo de  más desabastecimiento, crecimiento del mercado como consecuencia  de ello  más especulación.  Si se opta por tomar mediadas manteniendo un sistema capitalista con controles del Estado en algún punto será necesario desmontar el control cambiario, lo cual traerá con toda seguridad una incontrolable fuga de capitales y el disparo de la inflación a niveles insospechados.

Entonces pareciera que no hay salida fácil; sin embargo pude haber un proceso lento, pero efectivo en el cual la acción estatal se encaminé a ganarse la confianza de los sectores productivos y se comience a invertir en el país bajo la egide de un nuevo modelo que combine la solidaridad social con una rentabilidad apropiada que no se salga de los niveles de la decencia y de la justicia. El Estado en este caso tendría que jugar un papel muy importante como mediador entre los productores y los consumidores, entre trabajadores y patronos, generando seguridad jurídica, estabilidad en el mercado cambiaría y eficiencia en el poder judicial. Todo esto es posible si por un lado existe la voluntad política para hacerlo y por el otro la ciudadanía toma conciencia de la situación.

sábado, noviembre 09, 2013

La izquierda y la derecha

El proceso que vive Venezuela ha tenido la particularidad de haber polarizado la población. Hoy día se habla de chavistas y anti chavistas, los primeros recogieron las banderas de la vieja izquierda aún antes de que el  expresidente Chávez se proclamara socialista.

Pero ¿que significa ser de izquierda en Venezuela y que significa serlo en el resto del mundo en el pleno siglo XXI? En Venezuela para muchos ser de izquierda es simplemente ser pro gobierno, lo cual implica apoyar un proyecto socialista que en la práctica está más cerca del populismo de los años cincuenta que de los gobiernos revolucionarios de postguerra en Europa Oriental o del mismo modelo cubano. En el resto del mundo ser de izquierda representa simplemente un anacronismo, ya que se ha aceptado que se trata de una simple etiqueta.

La sociedad sin embargo avanza hacia nuevas formas de gobierno en las que la participación popular aumenta a medida que la educación se masifica y se rompen las barreras culturales que  fueron el caldo de cultivo para las desigualdades sociales, pero también para las luchas populares que hicieron que los derechos humanos, en especial los derechos económicos sociales y culturales alcanzaran la relevancia que tienen hoy día en el mundo entero.

El Estado Social de Derecho.

A partir de la revolución francesa comienzan a imponerse en el mundo las ideas de la libertad y la igualdad de todos los seres humanos, se gestó entonces un proceso en el cual las sociedades  comenzaron a avanzar hacia un ideal de justicia social, con posterioridad aparecen los primeros gobiernos que se declararon socialistas en el mundo, primero Rusia, luego otros países de Europa, China, Cuba en los sesenta, Chile en los setenta y Nicaragua en los ochenta. Los noventa trajeron el colapso de la Unión Soviética y el desplome de las revoluciones en buena parte de los llamados países de su órbita,  muchos pensaron que se había llegado al punto final de la historia y que con la globalización y el libre mercado el mundo pasaría a ser dominado por quienes controlan el poder económico.

Esa visión del fin de la historia es realmente una visión simplista, que no toma en cuenta una serie de fenómenos sociales que comenzaron a influir en la evolución de los factores  políticos en el mundo. En el campo internacional la desigualad de las economías de los países del llamado primer mundo con los países que con no poca ironía los sociólogos y economistas han llamado en vías de desarrollo, ha pasado a crear una serie de fenómenos que apenas han comenzado a manifestarse. Por un lado ha surgido un bloque llamado de países progresistas que se han propuesto hacer frente a quienes controlan las fuerzas del mercado. Si atendiéramos a la antigua división de derecha e izquierda sería obvio que estos últimos representarían a la primera, mientras que en la izquierda estarían los países de la alianza que les enfrenta,

Pero si analizamos los regímenes que gobiernan en unos u otros países no podemos asegurar que los avances sociales, esto es los derechos sociales, la participación democrática, la libertad, el  respeto a los derechos humanos   y la justicia social encuadre dentro de las políticas que se imponen en unos u otros países. España e Inglaterra por  ejemplo son monarquías, dentro de la concepción original de izquierda y derecha no se podría estar más a la derecha de allí; sin embargo la seguridad social, la libertad personal  y otros derechos son mucho más efectivos en estos países que en otros donde persisten los regímenes de izquierda que surgieron a mediados del siglo pasado, el ejemplo clásico sería China, pero muchos podrán decir que allí existe un doble modelo que es más capitalista que el que existe en Norte  América o en la Europa Occidental. Otros ejemplos sería Corea, Irán, Bielorusia y otros países que se siguen llamando comunistas y que en definitiva no son más que dictaduras hereditarias con un alto contenido de populismo, pero donde la libertad es vista como un obstáculo al desarrollo de las políticas gubernamentales. 

Así que hoy día las etiquetas de izquierdista o derechista no describen el significado que se les dio en una época. Lo que si es cierto es que las luchas sociales continúan, en el mundo entero aparecen grupos críticos que con distintas intensidades que van desde las protestas pacificas hasta las más radicales acciones terroristas lanzan discursos que proponen una mayor justicia social dentro de un marco de reconocimiento y protección a los Derechos Humanos. Creo que todos los seres humanos queremos un mundo más justo para poder convivir pacíficamente con nuestros semejantes y la única forma viable para hacerlo es a través de mecanismos democráticos que distribuyan el poder entre todas las personas.