Cuentan en los mentideros políticos de la revolución que el nombre de José Vicente Rangel y el de Francisco Arias Cárdenas estuvieron entre los que sonaron para sustituir a Jaua en la Vicepresidencia, la repuesta pera el primero fue “ya no”, mientras que la para el segundo fue “todavía no”.
La revolución al igual que la Iglesia Católica tiene sus misterios, por ejemplo no se sabe que llevó a Arias Cárdenas a enfrentar a Chávez en el 2000, ni a qué se debe que el Presidente le haya perdonado y premiado después de más de diez años con la candidatura a la gobernación del Zulia.
Si Arias hubiese aparecido como una ficha leal a la revolución y no hubiese quemado tan tempranamente los cartuchos hoy la historia pudiera ser otra. La imagen de el ex candidato era la de un hombre progresista pero sensato, revolucionario pero con capacidad de dialogar con toda la sociedad, un intelectual pero también un gerente capaz de afrontar los retos de administrar la cosa pública sin abandonar sus principios.
Pero el paso que llevó a Arias a enfrentarse con Chávez más allá de proyectarlo lo quemó, sus seguidores dentro del proceso comenzaron a verle como un traidor y los opositores que le apoyaron terminaron por creer que su candidatura había sido construida por la revolución para evitar el surgimiento de un líder de la oposición.
Lo cierto es que Arias o no quiso o no pudo construir un liderazgo a partir de su derrota, desapareció de la escena pública hasta hace un par de años cuando comenzó a escribir artículos ponderando las bondades del proceso y como un buen padre Chávez le recibió como al hijo prodigo acomodándolo en cargos de segundo rango en la administración revolucionaria.
Antes de ser propuesto como Vicepresidente Arias Cárdenas sonó también para la Cancillería, también le mencionaron para el Concejo de Estado, pero es obvio que el “todavía no” le cerró las puertas que hoy podrían estar abriéndose para que fuera el sucesor lógico de Chávez. Cosas del destino y de la historia.