La identidad de los pueblos del mundo tiene entre sus elementos más importantes los vestigios arqueológicos que dejaron los antepasados. Importantes obras cuya arquitectura nos deja perplejos, esculturas de gran valor artístico, pinturas rupestres, petroglifos y geoglifos, son algunas de esas manifestaciones que permanecen silentes, algunos misteriosos, otros diciéndonos que nuestros antepasados estuvieron allí y que dominaban disciplinas que van desde la caza hasta la astrología y las artes adivinatorios.
El mundo en el siglo XXI ha sido testigo atónito de una nueva forma de terrorismo, una especie de genocidio cultural que ha llevado a grupos extremistas a destruir parte de ese patrimonio dejado por los antepasados. En 2.001 fueron los Budas de Bamiyán, obras de más de 1500 años de haber sido construidas, que fueron destruidas por el entonces recién instalado gobierno talibán. En 2015 el templo de Palmyra ha sido objeto de destrucción en Siria a manos de un grupo terrostista que se hace llamar el Estado Islamico de Isis.
Estos hechos constituyen un terrible atentado contra la memoria histórica de los pueblos y han prendido las alarmas para que se tomen medidas para preservar el patrimonio arqueológico del planeta. Pero al lado de estos hechos extremos debemos mirar la destrucción que se ha hecho sistemática desde los siglos anteriores por efecto de la ignorancia de quienes pensando en el progreso han sido cómplices impunes de tan reprochables acciones.
Unido a la destrucción está el saqueo de,los bienes arqueológicos que terminan siendo exhibidos en museos o peor aun siendo atesorados por coleccionistas privados en distintos lugares del orbe. Todas estas circunstancias hacen necesario estudiar la posibilidad de juzgar los crímenes cometidos contra el patrimonio como crímenes de lesa humanidad o auténticas violaciones de los derechos humanos dejando caer sobre sus autores todo el peso de las leyes e instrumentos internacionales encargados de la protección de derechos fundamentales.
La protección del medio ambiente es un antecedente importante para la aplicación de las normas relativas a los derechos humanos, el derecho humanitario y el Protocolo de Roma en relación con los crímenes de lesa humanidad. Es cierto que la destrucción del medio ambiente trae consecuencias directas sobre la salud y la vida de los,seres humanos, pero también es cierto que los derechos sociales y culturales han sido erigidos como derechos humanos y son por lo tanto inalienables, imprescindibles, irrenunciables e indivisibles.