En estos días se ha puesto sobre la palestra pública el debate de la propiedad de la tierra las áreas rurales objeto de explotación agrícola, pecuaria, forestal y minera. Yo hablaría mas que de la tierra, el derecho a cultivarla y explotarla, derecho este que en una sociedad que respeta la iniciativa privada puede muy bien ser ejercido por particulares, por supuesto que dentro de un marco de respeto a ciertos principios tales como la conservación de los recursos naturales, el debido uso de esta para la satisfacción de las necesidades del colectivo y de los derechos generados por la convivencia social pacífica.
Si comparamos la posesión y la propiedad de la tierra con la propiedad de las áreas marinas nos vamos a encontrar con una enorme diferencia, básicamente porque la tierra es el asiento natural de nuestra especie, estoy convencido de que si en los siglos precedentes hubiera sido posible delimitar parcelas marítimas, la propiedad del mar también estuviera en discusión, igual ocurre con el aire.
Estas líneas las escribo inspirado por el articulo que publica esta semana Leonardo Boff en su Blog, en el cual concluye que el verdadero dueño de la tierra es Dios, mas grande debe ser entonces el compromiso de quien la posee, pues allí se evidencia que esta es sagrada, tal y como lo concibieron nuestros ancestros indigenas, esto compromete también al Estado que debe velar por el buen uso y conservación de la tierra, pero no creemos que la solución esté en abolir la propiedad privada sobre la tierra, no en esta etapa de nuestra evolución social, quizá en un futuro la humanidad logre crear nuevos esquemas, pero entregar al Estado la responsabilidad de producir no ha dado frutos hasta ahora y no puede darlos sin un verdadero cambio en la conciencia de la sociedad