viernes, julio 12, 2013

El origen de la Ley.

Cuando  era adolescente llegó a  mis manos un maravilloso libro escrito por Aníbal Nazoa que se llama obras incompletas, es una parodia de las distintas maneras de utilizar el lenguaje escrito, aunque me tienta decir géneros literarios, si así se puede llamar al arte de escribir etiquetas para medicamentos o hacer plagios de obras conocidas.

En aquellos momentos no se pasaba por mi mente ser abogado o nada parecido, pero me llamó mucho la atención el cuento que narra Nazoa para introducirnos amlamparodia de la Ley, tanto así que ocho o diez años más tarde se me ocurrió citarlo en un trabajo que el Dr. valentin Velayos, ex sacerdote que colgó los hábitos por la única razón que se cuelgan y fallecido prematuramente unos años después. A Velayos no le hizo mucha gracia la cita, quizá pensó que era falta de seriedad meternos en las sendas del humor en un trabajo académico.

Después de eso me hice abogado y no volví a recordar el cuento de Nazoa hasta la semana pasada cuando preparaba una clase sobre la Ley para los estudiantes de la Universidad Experimental de la Seguridad, donde doy clase de una materia que se lllama Fundamentos Jurídicos de la Función Policial. Confieso que lo pensé antes de incluir el cuento en la clase dada la experiencia que tuve de estudiante, pero al final lo hice.

Creo que ha sido una de mis mejores experiencias didácticas,   los alumnos, funcionarios policiales todos, expresaron que no se imaginan otra manera de que se pueda explicar como se originaron las leyes. Antes haciendo uso de las técnicas de la educación popular había hecho una lluvia de ideas en la que todos participaron tratando de hacer aportes de cierta factura académica, hablando de la necesidad de reglamentar la vida en sociedad haciendo aparecer líderes altruistas que se dedicaron a elaborar los textos que debían ser aplicados para tener un mundo mejor,

Pero al leer el cuento encontraron que las cosas no son así de románticas como nos las imaginamos, las leyes no son otra cosa que la expresión del poder que los fuertes ejercen sobre los débiles, no en vano vemos como los ciudadanos son amarrados con esposas, enjaulados y custodiados por efectivos armados para llevarlos a un juicio en el que se determinará si son delincuentes o no. 
Para no aburrir les más les transcribo a continuación el cuento y espero que los jóvenes  no  han decidido que oficio aprender no se vean influenciados por Aníbal Nazoa, al menos no para estudiar leyes.  sino más bien que lo haga para que se dediquen al humor o a la poesía, que de seguro será una mejor forma de hacer felices a los semejante. Dicho sea de paso Aníbal también era abogado.

Esta es la historia:

      " Una vez un hombre grande le quitó la comida a un hombre chiquito. Pero para podérsela quitar tuvo que correr tras él por kilómetros y kilómetros —porque el hombre chiquito era muy ágil— y además sufrió algunos rasguños en el forcejeo por la presa.

Entonces el hombre grande se propuso encontrar un método más cómodo para apoderarse de la comida del hombre chiquito, y lo encontró. Estaba el hombre chiquito devorando un pato que acababa de cazar, cuando el hombre grande se le acercó y le dijo:

—Oye, ese pato es un palmípedo. Por lo tanto, me lo tienes que dar. Y si no me lo das, entonces te aplicaré un artículo.

Y el hombre chiquito, como no sabia qué cosa era un palmípedo y mucho menos un artículo, entregó el pato resignadamente para evitar males mayores. Otro día era el hombre grande quien se estaba comiendo un ave. El hombre chiquito, recordándole el episodio anterior, se aproximó al hombre grande y le dijo:

—Ah, ¿el artículo? Bueno, el artículo tampoco me lo puedes aplicar porque se refiere a las palmípedas y no a las gallináceas.

Otro día, el hombre grande encontró al hombre chiquito relamiéndose después de haber almorzado con un sabroso conejo.

—¿Cómo? —le dijo—. ¿Te atreves a comer sin llamarme?

—No me pareció necesario —le contestó el hombre chiquito— porque, el animal que me comí no era ni palmípedo ni gallináceo: era un conejo.

Entonces el hombre grande sacó un enorme garrote y la emprendió a garrotazos contra el hombre chiquito.

—Y eso —gimió el hombre chiquito— ¿qué es? A lo cual respondió el hombre grande:
—Eso es el artículo.

Así se fue formando la Ciencia del Derecho, sutileza sobre sutileza. En su cúspide se colocó el arte de legislar, o sea el arte de manejar las palabras de manera que siempre estén a nuestro favor. Los grandes legisladores —Solón, Justiniano, Alfonso X— en el fondo no son sino grandes gramáticos. La Ley es posterior a los abogados; nació el día en que estos, que se conocen muy bien entre ellos, decidieron establecer un lenguaje perfectamente inteligible para todos. Para todos los abogados, se entiende. Es por eso que las leyes son los únicos textos que no se pueden leer sin haber estudiado una carrera universitaria de cinco años. Ustedes dirán que lo mismo sucede con los libros de ingeniería, de biología, etc., y esto puede ser cierto. Pero también lo es que nadie está obligado a poseer conocimientos de ingeniería ni de biología, en tanto que teóricamente todos los ciudadanos sometidos a una Ley debemos conocerla: «La ignorancia de la Ley no excusa de su cumplimiento», y eso es lo grave."

Postdata: No me arrepiento de haber estudiado derecho, ni de ser abogado y profesor de leyes, gracias a ello he podido llevar a mis alumnos y a los lectores de este blog las experiencias que les he narrado.

@JoseLRestrepo en Twitter.


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