domingo, agosto 08, 2010

Venezuela y Colombia en la era Santos.

Ayer se posesionó como presidente de Colombia Juan Manuel Santos Calderón, quien fuera ministro de defensa del saliente gobierno de Alvaro Uribe Velez. La t0ma  de posesión tuvo lugar en medio de la lamentable circunstancia de haber Venezuela roto sus relaciones diplomáticas con Colombia a raíz de las acusaciones que hiciera el gobierno de Uribe en la OEA, en las cuales se señalaba, lo ya sabido por todos, la existencia de campamentos de la guerrilla colombiana en territorio venezolano y  el hecho,  aun no aceptado por Chávez del apoyo que supuestamente presta el gobierno venezolano  a dichos grupos guerrilleros.

Aunque muchas han sido  las manifestaciones de simpatía de las FARC principalmente hacia el gobierno de Venezuela y que incluso algunos seguidores de Chávez se han manifestado abiertamente amigos de la  causa guerrillera, el gobierno de Chávez oficialmente no ha ido más allá de manifestar una posición de neutralidad ante el conflicto que durante décadas ha  vivido el pueblo colombiano.

La guerrilla de las FARC hoy día son vistas por buena parte de la comunidad internacional como  un grupo narco terrorista, en su nombre se secuestra y se asesina, no solo en Colombia, sino  también en los países vecinos, incluida Venezuela. Negar eso es aceptar que las FARC están divididas y que existen grupos que actúan bajo su nombre sin autorización de las cúpulas guerrilleras, cosa que no restaría gravedad al asunto de la relación de los dos países.

Ideológicamente el gobierno de Chávez está más cerca de los predicamentos de las FARC  que de los de Uribe  y posiblemente que de los de Santos;  Sin embargo, hay un importante punto de coincidencia entre los gobiernos de los dos países, la búsqueda de la  paz, solo que la paz no  es  entendida por  ambos desde una misma perspectiva, pues Colombia ha vivido un conflicto por décadas, mientras Venezuela hace mucho tiempo  logró  frenar  los  grupos insurgentes armados integrándolos  al estamento político nacional y las cicatrices del  conflicto colombiano son aun heridas sin sanar que hacen  impensable una reconciliación.

La verdadera neutralidad seria entender esa circunstancia, Chávez ha pedido  públicamente a la guerrilla deponer  las  armas,  pero también ha señalado que “el gobierno de Uribe responde al llamado guerrerista del imperio” y ha identificado  a sus  actores como  “miembros de una rancia oligarquía”. Con ese discurso ciertamente no se contribuye a la paz, no sabemos si Santos será capaz de permanecer callado frente a esas agresiones que no dejan de  tener repercusión en el pueblo colombiano,  entre otras cosas porque en cierta forma   reflejan  de algún modo  la realidad.

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