Si leemos el libro verde de Muammar Al Gaddafi vamos a encontrar gran similitud con el "proceso bolivariano" de Hugo Chávez, entre otras el tratar de dar un fundamento religioso a la "revolución" y es que como lo sugiere Dieterich en su último artículo las revoluciones para serlo deben gestarase desde el seno mismo del pueblo, porque si tratan de ser impuestas terminan por derrumbarse, porque no representan el verdadero anhelo de las masas.
Gaddafi enfrenta hoy el triste papel de tener que reprimir a su pueblo, condenando públicamente a muerte a sus detractores y llevando a su nación a una guerra civil que podría desembocar en la profundización de su tiranía, en el nacimiento de una nueva o en el encuentro del camino hacia la libertad, presumimos que ese es el anhelo de los libios que hoy se enfrentan a su líder indicándole que su régimen ha fracasado.
Chávez puede haber subestimado en un principio los sucesos del norte de Africa, pero sabemos que tiene la suficiente astucia para saber que estos podrían tener una onda expansiva que llegase hasta el que hoy es el mas antiguo régimen de América del Sur, que aunque superado en tiempo y en infamia por el de los hermanos Castro en Cuba, no deja de tener un gran componente de opresión y puede generar en cualquier momento una reacción popular en su contra producto de la desesperanza contrastada con la corrupción galopante que genera la acumulación de poder.
Claro que Venezuela no es Libia, ni los venezolanos somos fanáticos religiosos, Chávez tampoco es Gaddafi y en los últimos días ha dado muestras de saber retroceder esperando mejores momentos para seguir la radicalización del proceso venezolano.
Sabemos que Fidel Castro, el consejero principal de Chávez se ha identificado con Gafafi y sabemos también que no quiere morir sin ver la conflagración máxima de la humanidad, la cual ha venido anunciando desde hace un par de años, quizá menos, de allí que no nos extrañe que Venezuela esté involucrada en el desenlace de los acontecimientos actuales