Viendo a la gente caminar como una inmensa masa por las calles de mi ciudad herida me preguntaba ¿de que se trata de todo esto? Entonces vi a mis hijos con banderas tricolores ondeando por la acción de los vientos de la libertad, nunca pensé que fueran ellos los que echarían la leña a esa gran fogata que encendería la dignidad, nunca pensé que fueran ellos los que nos regalarían la libertad.
No hace mucho escuchaba a un viejo y querido profesor en una clase magistral diciéndonos que "el hombre nace libre y al nacer se vuelve esclavo de la libertad" y eso lo decía porque creía que la libertad sólo cabe en el recinto de las discusiones de la academia, pues cuando pisamos tierra nos encontramos metidos en el engranaje social para formar parte de los fines de un proyecto colectivo. Decía nuestro maestro que la libertad sólo puede ser concebida como parte de la individualidad humana y es ella la que nos permite elegir los valores y los principios conforme a los cuales vamos a llegar al fin último de la existencia, el cual no es otro que la perfección humana.
Vistas así las cosas, la libertad se encuentra en cada uno de nosotros y las cadenas que nos atan no son sino meros impedimentos circunstanciales que frenan su ejercicio en un determinado tiempo o espacio, pero la libertad sigue allí, en las banderas que ondean en las manos de nuestros hijos, en las palabras de nuestros maestros, en el actuar diario de los hombres y las mujeres que desde sus respectivos espacios luchan par un país mejor, en el ejemplo y valentía de quienes se han atrevido a enfrentar la bota opresora de que ha querido encadenar la luz, sin comprender que el sólo hecho de intentarlo los lleva al absurdo, porque cuando lo intentan las pequeñas bombillas que se han encendido comienzan a convertirse en gigantescos resplandores.
Luchando por la vida nuestros compañeros han desafiado al tiempo y han salido a la calle con sus hijos, han ido a los estrados de los juzgados que hoy deshonran sus funciones buscando un atisbo de justicia, han clamado por los derechos humanos de compatriotas a quienes aún siendo paladines de dignidad se les ha querido aniquilar la dignidad como si eso fuera posible, pues al igual que sucede con la luz, cuando tratan de encadenar la dignidad está en lugar esta crece, y encandila al esbirro y lo pone al descubierto.
Seguimos en la lucha, la libertad no se ha perdido, sus vientos siguen soplando y haciendo ondear las banderas. La lucha es fuerte pero la estamos ganando porque esas pequeñas chispas que otrora fueron insignificantes hoy son llamaradas encendidas en las conciencias de todos, porque los días de cárcel de quienes hoy la sufren son días que sirven de alimento a las ideas libertarias de quienes hoy amanecen en las calles arropados con banderas, son la inspiración de aquellos que alzan sus voces en las plazas, la creatividad de quienes salen a las esquinas con pancartas, la munición de los que dan la batalla en cualquier otro lugar, con la pluma o el teclado, con la cámara o el micrófono, en la iglesia con el Rosario y la oración y en las aulas con las palabras y el ejemplo. Somos libres y no perderemos la libertad, porque la guardamos bien adentro de nosotros, en nuestras mentes y en nuestros corazones