sábado, julio 05, 2014

El mundial.

El fútbol despierta pasiones, eso es indudable. Aun quienes conocemos poco de este deporte cada cuatro años nos convertimos en aficionados. Brasil, Argentina, Alemania, Holanda y España dejan de ser países para convertirse en equipos de los que podemos ser hinchas o por los que apostamos en las quinielas. Las ciudades se paralizan cuando juegan los favoritos, lo jugadores se convierten en verdaderos ídolos, la sintonía de los canales de televisión y de las emisoras de radio que trasmiten los partidos se dispara, los periódicos que comentan los juegos se agotan y los problemas políticos se olvidan.

La fiebre mundialista es tan grande que se inicia con las eliminatorias uno o dos años antes, allí comienzan los sueños. Países como Venezuela, Costa Rica o Ecuador que no han tenido tradición mundialista comienzan a soñar con llegar al torneo. Algunos llegan. En Argentina, Brasil, Uruguay, España, Italia, México o Alemania se apuesta por la copa para su selección. En Colombia se sueña con llegar a octavos o a cuartos de final. Durante el torneo aparecen las estrellas o cracks que se convierten en ídolos. Se gastan millones en los Paninis, en las franelas de las selecciones, en banderas y balones. Las calles de los barrios se convierten en canchas improvisadas en las que niños y adolescentes dejando volar la imaginación juegan sus mundiales. En las escuelas y colegios se hacen torneos y los equipos son países.

Colombia este año tuvo la experiencia de tener un equipo que llevó a su gente y a muchos más en el continente a soñar con el triunfo de una selección que estuvo a la altura de los grandes. Un crack con el número diez pasó a ser ídolo de niños y de grandes. Una imagen fresca, celebrando sus goles con bailes, orgulloso de su nombre de pueblo James, pronunciado como se escribe en en español, no en inglés, lo que dice mucho de su persona; un colombiano auténtico, honesto, bregador, humilde pero orgulloso de su bandera. 

Quizá muchos esperábamos más de nuestros equipos, pero la realidad es que dieron todo. Brasil, Colombia, Argentina, Costa Rica y todo el continente puede estar satisfecho de sus selecciones  y de sus hombres. Queda hoy además una extraordinaria  imagen que resume el espíritu de la copa: el brasilero  David Luiz y el colombiano James cambiando sus camisetas, abrazados en una demostración de hermandad deportiva después del encuentro, haciendo ver que la derrota no fue tal y que el triunfo fue de todos. Esperamos con ansias la final y comenzamos a apostar por nuestros equipos para el próximo mundial.

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