domingo, septiembre 14, 2014

Descifrando los códigos de nuestra civilización.

Los códigos de la sociedad actual no los podemos juzgar a priori, decir si son buenos o son malos,  es más ni siquiera podemos afirmar si nos gustan o nos disgustan porque en la medida que gocemos de los privilegios que ellos brindan a quienes están identificados como parte del grupo que está dentro de los perfiles trazados por las súper estructuras entonces estaremos conformes con ellos, pero si estamos fuera del perfil y somos rechazados por alguna causa, ajena a nuestra voluntad incluso rechazaremos el código y no será de nuestro gustó,

Cuando habló de codificación me refiero a los parámetros que se han establecido por la sociedad a través de normas que rebasan el ámbito legal y que generalmente son acogidas por la sociedad en distintos ámbitos que tienen mucho que ver con formas de demostrar que las personas tienen la habilidad de desenvolverse dentro de unos parámetros económicos determinados y que no necesariamente tienen que ver con la forma de pensar o con los valores de la persona y al contrario en la medida en la que las sociedades crecen se van alejando más de estos, pues crece  el individualismo se va dejando a un lado uno de los valores primordiales que es la solidaridad.

En poblaciones de dos o tres mil habitantes era común que todos se conocieran y que las habilidades, las cualidades, los defectos y los vicios de cada individuo fueran conocidos por los demás. Hoy día en ciudades con millones de habitantes, con comunidades educativas y centros laborales con cientos o miles de estudiantes o empleados, con negocios con miles de clientes se hace imposible conocer a cada uno personalmente. Allí surgen los códigos que básicamente están determinados por la capacidad y habilidad  de movilizar el dinero por parte de las personas.

De acuerdo a estos códigos el máximo honor al que se puede optar es el éxito, el nivel de vida que se haya alcanzado representado en el valor de bienes que se poseen y en la capacidad de pago de cada uno. Poco importarán entonces otros valores como la familia, la religiosidad o la espiritualidad de las personas y más grave aún  la honestidad se sustituirá por la habilidad de evadir los controles que imponga el sistema a las personas; por ejemplo si una persona o una empresa se dedica a una actividad ilícita como el juego o el contrabando, poco importa a la banca de donde provienen sus fondos, sólo importa cuanto tiene en su balance y en  cuenta y cual es su capacidad de pago.    

Tampoco importa a quienes manejan estos códigos si la familia de las personas está bien constituida o si la persona o empresa tiene conciencia social o actúa de forma tal que sus actividades no atentan contra el orden ecológico o incluso contra la seguridad de las demás personas, sus empleados, sus clientes o sus proveedores, pues los códigos sólo determinan a las personas bajo la medida de su capacidad económica y su habilidad para hacerla crecer.

El Estado entra a jugar en este caso un papel primordial, pues es el único ente capaz de establecer parámetros diferentes a los de los códigos económicos para regular las actividades sociales y velar por la seguridad de las personas y por su desarrollo personal en ámbitos que no necesariamente estén relacionados con la economía; pero surge entonces el problema de convertir al Estado en una especie de policía corrupto cuyos directores y ejecutores actúan dentro de los códigos económicos que les impulsan a manejarse dentro de la misma escala de valores establecida por sociedad.

¿Por qué ocurre esto? Se podrían imaginar que se necesitarían cientos de páginas y de discursos para explicar la causa, pero no es así, la causa es una sola el valor que domina en nuestra sociedad es el valor económico y por encima de el no parece haber ningún otro. La ética, la moral han sido relegadas a un segundo plano, pues hasta las iglesias, con contadas excepciones se han convertido en negocios y han adquirido la forma de empresas con presupuestos, contadores, administradores y hasta bancos, cosa que per se no es censurable pues de la transparencia de las administraciones de estos entes depende su buen funcionamiento, pero que de cierta manera también introduce los códigos del capitalismo dentro de su seno.

¿Entonces no hay solución que no nos lleve a caer en los códigos del capitalismo? Sólo una, cambiando de actitud ante la superestructura que nos domina y es por eso que se ha dicho que el cambio comienza en cada uno. No se trata de desafiar al sistema, la derrota estaría cantada, se trata de crear un nuevo sistema, en el que los valores estén por encima de la ambición, en el cual la felicidad no provenga sólo del éxito, sino de sabernos honestos, solidarios, de entender que el mundo no es nuestro, sino que somos huéspedes en el y por ello debemos cuidarlo y mantenerlo para nuestra descendencia, pero mantenerlo libre de todo tipo de contaminación, en un ambiente de paz y confraternidad, en el que todos quepamos. De otra manera se llegará al colapso a la autodestrucción o a la guerra estamos dotados de intelecto y no creo que eso se nos haya dado para que atesoremos bienes, pues de ser así no tendríamos el destino seguro que todos tenemos, que no es otro que dejar a este mundo.    

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