El fracaso del nuevo socialismo.
Hace ya casi veinte años un sociólogo llamado Heinz Dieterich lanzó una teoría que pretendía ser la respuesta a quienes hablaban del fracaso de los sistemas socialistas que trataron de construirse en el siglo XX, era el ya conocido socialismo del siglo XXI que sirvió de inspiración a los gobiernos progresistas de América Latina y de base al experimento de Hugo Chávez en Venezuela con la llamada revolución bolivariana que hoy aparece fracasada y en vías de extinción.
El experimento fundamentado en el socialismo del siglo XXI se desarrolló dentro del esquema de la posibilidad de una revolución pacífica en la que el poder podía alcanzarse utilizando las posibilidades de acceso que daban los sistemas democráticos e iniciando una reforma profunda de las bases institucionales de estos para crear nuevas estructuras que daban paso a la democracia directa, lo que Chávez llamó la democracia participativa y protagónica.
En esencia se quizo dar vida a un sistema en el cual la toma de decisiones pudiese pasar de las cúpulas políticas a las bases populares a través de una nueva organización que de alguna manera recordaba la llamada revolución verde de Muhamar Gadafi, lo cual se manifestó inicialmente en los llamados círculos bolivarianos, luego en los concejos comunales y las comunas y finalmente en unos nefastos colectivos armados que tenían como objetivo imponer por la fuerza lo que no había podido lograrse a través de los procesos democráticos por razone que no entraremos a analizar.
En resumidas cuentas todo se ha tratado de un experimento social que obviamente fracasó, entre otras cosas porque la base del nuevo sistema debió haber sido tener una sociedad capaz de entender el proceso como una forma de reorganizar la sociedad dentro de un esquema de mayor solidaridad y de mayor participación de las bases. Pero ocurrió lo contrario; con honrosas excepciones los dirigentes del proceso se corrompieron y comenzaron a abusar del poder y a enriquecerse de una forma grosera.
El gobierno revolucionario ha tratado de responsabilizar por todos los medios a la oposición de su propio fracaso aduciendo que se desataron en el proceso las fuerzas de la contrarrevolución, las cuales en teoría debían ser el efecto de la reacción de una clase desplazada y despojada de sus medios de producción; pero en realidad lo que hemos visto es que los gobernantes han tratado de apropiarse de los medios de producción y de los privilegios que da estar en el poder. El burdo enriquecimiento de los Kirchner en Argentina es ejemplo de ello, al igual que el de los dirigentes de la revolución en Venezuela y hasta el de loa líderes indígenas en Bolivia.
Hemos sido testigos del enriquecimiento de líderes campesinos que tomaron las banderas de los consejos comunales y que terminaron juzgados por tribunales penales; pero que no llegaron a ser castigados, pues la nueva estructura judicial también apareció contaminada por,la,politiquería y la falta de reglas claras. El fracaso del experimento del socialismo del siglo XXI es estruendoso y habrá de analizarlo a profundidad, pero deberá tomarse en cuenta que no se trata de algo que está manifestándose ahora, sino que viene ocurriendo desde los inicios de los gobiernos que trataron de seguir el esquema teórico que fracasó y que al ver la inviabilidad del sistema trataron de apoyarse en el fracasado esquema del socialismo real.
La experiencia vivida ha sido difícil, el objetivo altruista era construir una sociedad más justa, pero se impusieron los proyectos personales de los políticos a quienes al final solo le convienen los cambios en la medida que estos no apliquen para su entorno. La sociedad debe seguir evolucionando, pero quizá el único medio de hacerlo es educando a las próximas generaciones, insistiendo en los valores que deben apuntalarse para construir un mejor mañana en el que reinen la paz, la justicia y la solidaridad y esto solo es posible dentro de un esquema democrático, sin imposiciones a la fuerza ni colectivos armados.