lunes, febrero 08, 2016

Crisis en la crisis.

Los indicios del agravamiento de la crisis económica en Venezuela son cada vez mayores, la gente se prepara para un desabastecimiento aún mayor del que se ha vivido; las causas están intactas,  a la falta de divisáis para la importación de bienes de primera necesidad, la,escasez, de insumos para la producción nacional en una industria ya disminuida por políticas estatales que cerraron paso a la empresa privada y una gerencia torpe, corrupta e ineficiente en las empresas del  Estado,  las cuales  se suponía irían a suplir el vacío dejado por la política de expropiaciones y la baja rentabilidad inducida en forma artificial por el gobierno socialista.

El medio del sombrío panorama económico hay una gran crisis política que se tiene raíces en la caída de la popularidad del régimen que por casi dos décadas ya gobernó al país y que prometió a los venezolanos vivir en un mar de felicidad, pero que en la práctica lo que trajo fue más corrupción y el surgimiento de una nueva clase gobernante llena de privilegios y prebendas. Pero el pasado mes de diciembre Venezuela votó por una nueva asamblea, lo cual ha constituido el primer paso para recuperar una institucionalidad que se había perdido y retomar así una senda más democrática.

En medio de la gran cantidad de errores políticos cometidos por la oposición durante los años de revolución debemos abonarle un gran  espíritu de resistencia en aras del cual se logró cerrar el paso a un proyecto hegemónico que logró adueñarse de todos los poderes del Estado, los medios de comunicación y buena parte de los medios de producción dejando además un saldo de presos políticos amén  de unas cuantas  muertes, en su mayoría de jóvenes que osaron hacer frente al régimen. Pero la labor de la oposición no está concluida, apenas comienza. 

El diagnóstico está dado: el ejecutivo no puede seguir en manos de quienes destruyeron al país, pero tampoco se puede seguir con un aparato judicial parcializado  a favor del gobierno, unas autoridades electorales en las mismas condiciones y una fuerza armada partidizada; no hablar de la defensoría del pueblo, la fiscalía y la contraloría. Pero los procesos se ha demostrado que son lentos y engorrosos; los cambios esperados no se pueden dar de un día para otro si han de hacerse dentro del marco constitucional. Se debe tener paciencia, pero la crisis económica  ahora comienza a jugar en contra de la oposición, al menos eso es lo que quiere la dirigencia oficialista que ocurra. Las posibilidades de una explosión social o de una salida de fuerza encabezada por militares pasan a ser factibles y el desenlace impredecible.

Ya se ha anunciado una reforma a la Constricción para recortar el periodo del presidente, pero habrá de esperarse un año para que pueda generarse el cambio de gobierno, mientras el hambre aumenta, la corrupción sigue campante, la paciencia se acaba y la paz social peligra. Una buena porción de la sociedad está decidida a seguir con el cambio sin dar marcha atrás, pero el gobierno trata de sobrevivir usando sus tácticas de siempre.  Sólo queda esperar que que reine la sensatez y que los cambios se den con el menor trauma posible.   

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