En los años ochenta cuando aparecieron las primeras antenas parabólicas en el paisaje urbano se dio un paso gigante hacia lo que es el mundo que hoy conocemos. Marsall Macluhan había acuñado años atrás el término “aldea global” el cual se hizo realidad gracias a las trasmisiones de televisión, radio, teléfono y datos a nivel mundial gracias a la tecnología satelital y a la fibra óptica.
Desafortunadamente la diatriba política en Venezuela nos ha llevado a un punto el cual el Estado comienza a cuestionar las bondades de la libertad de los ciudadanos a acceder a la información que se trasmite por satélite y por cable. No dudamos que algunos medios han usado su poder para ejercer su influencia en los usuarios, de hecho si vamos al fondo nos encontraremos siempre con que todos los medios tienen como fin ultimo llegar hasta su audiencia con determinados mensajes.
Todas las legislaciones ciertamente tienen normas civiles y penales para controlar de alguna manera los mensajes perjudiciales, insidiosos o atentatorios contra los derechos de terceros. La aplicación de estas normas a veces se hace difícil por el hecho de ser internacionales las empresas que las trasmiten, pero siempre habrá manera de hacerlo.
Pensar que simplemente creando legislaciones nacionales que impidan la recepción de ciertos mensajes es un retroceso de décadas en el avance de la civilización, es algo así como prohibir los automóviles por ser contaminantes o el uso de la energía eléctrica por razones de alguna índole. Los ciudadanos debemos estar atentos ante el intento de coartar la libertad de acceder a la información, pues cualquier limitación que se ponga a ello repercutirá negativamente en la formación de nuestros hijos y en nuestra propia capacidad para competir a nivel global en el difícil mundo laboral del siglo XXI.
Desafortunadamente la diatriba política en Venezuela nos ha llevado a un punto el cual el Estado comienza a cuestionar las bondades de la libertad de los ciudadanos a acceder a la información que se trasmite por satélite y por cable. No dudamos que algunos medios han usado su poder para ejercer su influencia en los usuarios, de hecho si vamos al fondo nos encontraremos siempre con que todos los medios tienen como fin ultimo llegar hasta su audiencia con determinados mensajes.
Todas las legislaciones ciertamente tienen normas civiles y penales para controlar de alguna manera los mensajes perjudiciales, insidiosos o atentatorios contra los derechos de terceros. La aplicación de estas normas a veces se hace difícil por el hecho de ser internacionales las empresas que las trasmiten, pero siempre habrá manera de hacerlo.
Pensar que simplemente creando legislaciones nacionales que impidan la recepción de ciertos mensajes es un retroceso de décadas en el avance de la civilización, es algo así como prohibir los automóviles por ser contaminantes o el uso de la energía eléctrica por razones de alguna índole. Los ciudadanos debemos estar atentos ante el intento de coartar la libertad de acceder a la información, pues cualquier limitación que se ponga a ello repercutirá negativamente en la formación de nuestros hijos y en nuestra propia capacidad para competir a nivel global en el difícil mundo laboral del siglo XXI.
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