Aveces el remedio es peor que la enfermedad. En los años noventa se diagnosticó que muchos de los males de la administración provenían de la alternabilidad de los partidos políticos que entre otras cosas dejaban las obras de sus antecesores comenzadas, cambiaban la filosofía, los nombres y los logotipos cada vez que había un cambio de gobierno, lo cual ocurría cada cinco años. En 1.999 la Constituyente introdujo la formula vigente alargando el periodo presidencial a seis años e introduciendo la posibilidad de reelección para un segundo periodo de seis años mas. En Colombia también se pensó en el mismo problema hace un par de años y el presidente Uribe impulsó una reforma constitucional que le dio la posibilidad de reelegirse por un segundo periodo, solo que en Colombia los periodos son de cuatro años, no de seis.
Obviamente los resultados en Colombia han sido provechosos, pues cuatro años es en realidad poco tiempo para desarrollar un programa de gobierno. En Venezuela no podemos decir que la situación sea diferente, pues el periodo de seis años mas dos que se añadieron como producto de la llamada refundación de la República. Decimos esto porque el programa de gobierno de el Presidente Chávez en casi diez años no termina de desarrollarse, lo que si se han desarrollado son los viejos vicios de la corrupción, el nepotismo, la exclusión de los opositores, la concentración del poder y el ventajismo en el sistema electoral.
Realmente la idea de alargar el periodo electoral complementada con el establecimiento del referéndum revocatorio no es mala, lo que ha resultado nefasto es el hecho de que por el descrédito de los viejos partidos políticos oposición y la falta de visión de los nuevos hayamos caído en una situación que tiene peligrosos visos de absolutismo en medio de una ineficiencia burocrática que impide el desarrollo de un proceso cada vez mas necesario que implemente la justicia social y la generación de bienestar para toda la comunidad.
Lo que si creemos es que la propuesta de reelección indefinida, continua o como quieran llamarla, poco contribuirá para desarrollar un Estado moderno y una sociedad en los que los valores de la libertad, la solidaridad y perfectibilidad del sistema democrático. Tampoco podemos negar es que el liderazgo del Presidente de la República se ha mantenido incólume y ni dentro o fura de su plataforma política ha surgido un liderazgo individual o colectivo comparable al suyo y lo que es mas grave aún nadie ha sido capaz de desrrollar una propuesta de país que sea capaz de superar en popularida la que ha vendido el gobierno.
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