Nunca me ha gustado decir que soy de izquierda, de derecha o de centro, la única etiqueta que me he puesto es la de ser independiente, aunque sigue siendo algo sin sentido decir que uno se ubica en algún bando. Se que muchos se pondrán la mano sobre la cabeza y dirán que la actualidad realidad histórica de Venezuela exige definiciones ideológicas, realmente lo que se puede es estar de acuerdo o en desacuerdo con lo que está haciendo el gobierno de Chávez, pero comprometerse al punto de tener que vestir con un color determinado o dejar de usarlo me parece una actitud que raya en la ridiculez.
Ustedes me preguntarán si estoy o no de acuerdo con la revolución bolivariana, mi respuesta es muy sencilla: quisiera otra cosa para Venezuela, pero también les podría decir que quisiera otra cosa para el mundo: una sociedad mas justa, menos excluyente, mas igualitaria y creo que esas tres cosas que quiero para el mundo están incluidas en el discurso de Chávez, pero también lo están en el discurso de los social cristianos y en de los adecos, solo que a la hora de llegar al poder se encontraron con ml obstáculos y con una maraña de corruptelas que terminaron por imponerse sobre los fines que perseguían, no puedo yo decir si simplemente fue un discurso demagógico que terminó por descubrirse, como terminan todos los discursos demagógicos o realmente los objetivos se desviaron por efecto de la traición a los ideales planteados por quienes alcanzaron el poder, o simplemente que el proceso de cambia recurría mas tiempo.
Desafortunadamente la realidad que vivimos hoy no es muy distinta a la de la época de los adecos y los copeyanos, por lo menos en las formas aparentes, pues hay un discurso de cambio, una oferta populista, una promesa de inclusión y de igualdad, pero en la práctica una nueva clase de burócratas está sustituyendo a la antigua clase dominante. Claro que resultaría injusto decir que todo es una farsa, que el acceso a la educación no ha aumentado en los sectores económicamente menos favorecidos, que los subsidios a los alimentos no han tocado a estos sectores o que los servicios de salud no han llegado a ellos.
El problema es saber si todos esos avances sociales, que muchos niegan y que otros subestiman, pudiesen haberse conquistado sin necesidad de sacrificar otros que se habían alcanzado antes de que se iniciara el llamado proceso revolucionario de Chávez, me refiero a la modernización de la sociedad, al desarrollo de una economía moderna, a la descentralización de la administración pública y a la implementación de un sistema de justicia independiente.
Muchos dirán que todas esas cosas existieron solo en la retórica, pero no es eso lo que se percibe, el derrumbe de los partidos políticos tradicionales y la concentración del poder en un único partido son signos de esta nueva realidad. Muchos dirán que se trata de dos concepciones totalmente diferentes, una burguesa y otra progresista, pero allí volvemos a caer en las odiosas etiquetas y nos adentramos en tendencias ideológicas que impiden el desarrollo en libertad de un mundo más democrático, con mas posibilidad de participación de toda la sociedad.
Creo que el error es que sigamos concibiendo las relaciones de poder en el mundo de la misma manera que se concebían en el siglo pasado y que neguemos la posibilidad de una evolución política que se circunscriba a los nuevos avances tecnológicos que ya han cambiado al mundo. El temor a una tiranía basada en la tecnología, pesadilla de la humanidad bien representada en las películas de ficción no está lejana si no dejamos de pensar en dos bandos que representan al bien o al mal y no en una sociedad entrelazada con el objeto de buscar su perfectibilidad a través del reconocimiento de las valores éticos y el respeto a los derechos individuales.
Ustedes me preguntarán si estoy o no de acuerdo con la revolución bolivariana, mi respuesta es muy sencilla: quisiera otra cosa para Venezuela, pero también les podría decir que quisiera otra cosa para el mundo: una sociedad mas justa, menos excluyente, mas igualitaria y creo que esas tres cosas que quiero para el mundo están incluidas en el discurso de Chávez, pero también lo están en el discurso de los social cristianos y en de los adecos, solo que a la hora de llegar al poder se encontraron con ml obstáculos y con una maraña de corruptelas que terminaron por imponerse sobre los fines que perseguían, no puedo yo decir si simplemente fue un discurso demagógico que terminó por descubrirse, como terminan todos los discursos demagógicos o realmente los objetivos se desviaron por efecto de la traición a los ideales planteados por quienes alcanzaron el poder, o simplemente que el proceso de cambia recurría mas tiempo.
Desafortunadamente la realidad que vivimos hoy no es muy distinta a la de la época de los adecos y los copeyanos, por lo menos en las formas aparentes, pues hay un discurso de cambio, una oferta populista, una promesa de inclusión y de igualdad, pero en la práctica una nueva clase de burócratas está sustituyendo a la antigua clase dominante. Claro que resultaría injusto decir que todo es una farsa, que el acceso a la educación no ha aumentado en los sectores económicamente menos favorecidos, que los subsidios a los alimentos no han tocado a estos sectores o que los servicios de salud no han llegado a ellos.
El problema es saber si todos esos avances sociales, que muchos niegan y que otros subestiman, pudiesen haberse conquistado sin necesidad de sacrificar otros que se habían alcanzado antes de que se iniciara el llamado proceso revolucionario de Chávez, me refiero a la modernización de la sociedad, al desarrollo de una economía moderna, a la descentralización de la administración pública y a la implementación de un sistema de justicia independiente.
Muchos dirán que todas esas cosas existieron solo en la retórica, pero no es eso lo que se percibe, el derrumbe de los partidos políticos tradicionales y la concentración del poder en un único partido son signos de esta nueva realidad. Muchos dirán que se trata de dos concepciones totalmente diferentes, una burguesa y otra progresista, pero allí volvemos a caer en las odiosas etiquetas y nos adentramos en tendencias ideológicas que impiden el desarrollo en libertad de un mundo más democrático, con mas posibilidad de participación de toda la sociedad.
Creo que el error es que sigamos concibiendo las relaciones de poder en el mundo de la misma manera que se concebían en el siglo pasado y que neguemos la posibilidad de una evolución política que se circunscriba a los nuevos avances tecnológicos que ya han cambiado al mundo. El temor a una tiranía basada en la tecnología, pesadilla de la humanidad bien representada en las películas de ficción no está lejana si no dejamos de pensar en dos bandos que representan al bien o al mal y no en una sociedad entrelazada con el objeto de buscar su perfectibilidad a través del reconocimiento de las valores éticos y el respeto a los derechos individuales.