La paz es uno de los más grandes patrimonios que puede tener un pueblo. Hasta hace pocos años Venezuela era dueña de ese patrimonio, las protestas de todos los sectores eran respetadas, la criminalidad se reducía a hechos aislados, los secuestros eran esporádicos y se reducían al área fronteriza donde se colaban algunos grupos guerrilleros colombianos.
Este clima se debió en buena parte a la política de pacificación implementado por el gobierno de Rafael Caldera en los años setenta, pero también a un clima de desarrollo democrático que permitió el avance de fuerzas de izquierda dentro del esquema institucional del país. Pero además hay que reconocer una vocación pacifica en el pueblo venezolano que impidió por muchos años que las luchas políticas llegaran a convertirse en violencia.
Sin embargo por muchos años se temió que la gente que vive en los barrios pobres, ubicados en los cerros que rodean a Caracas bajasen a manifestar su descontento con el sistema económico y político que hacia más dura la vida para los menos favorecidos de la sociedad. Esto finalmente ocurrió en 1989 cuando en el llamado carachazo se produjo una ola de saqueos como respuesta a un paquete de medidas que disminuyó súbitamente el poder adquisitivo de los venezolanos, la represión oficial no se hizo esperar y los muertos se contaron por miles.
El clima de paz política volvió al país, pero no por mucho tiempo en el año 92 se produjeron las asonadas militares de febrero y noviembre, vimos la tanquetas entrar al palacio de gobierno, la toma violenta del canal oficial de televisión y hasta un avión derribado sobre la capital del país.
Luego llegó el gobierno de Chávez con su política de confrontación basada en la necesidad de involucrar a los seguidores del proceso revolucionario en la defensa de este. Esto se ha hecho dentro de una confrontación que en la mayoría de los casos no ha producido bajas, entre otras cosas porque se percibe que no hay intención de llegar a extremos violentos y a que los grupos opositores no han caído en provocaciones.
Sin embargo son muchas las agresiones verbales y las actitudes desafiantes. El slogan de la revolución “patria socialismo o muerte” y el discurso del presidente y su equipo de gobierno han ahondado el clima de confrontación y han generado una serie de atentados a objetivos opositores en los cuales se han detonado bombas lacrimógenas y se han repartido panfletos contra la iglesia, los medios de comunicación y las organizaciones políticas que adversan al gobierno.
Lamentablemente hoy no podemos decir que la paz reina en el país, aunque los hechos de sangre se limitan al acción de la delincuencia y a unos cuantos sucesos esporádicos que pudieran tener algún origen político, no podemos ocultar que en los últimos años han ocurrido hechos alarmantes como el asesinato del fiscal Danilo Anderson y las muertes subsiguientes de personas que señalaron como vinculadas al hecho.
Además de esto aparecen los sucesos de 2.001, en los que se producen varias muertes por obra de francotiradores en medio de una manifestación y en los que por la fuerza se depuso al gobierno por unas pocas horas.
La paz sigue siendo un bien que anhelamos y que aspiramos tener pese a que vivimos tiempos en los que la calma no es signo de una verdadera paz, pues la confrontación es táctica usual de los sectores oficialistas pero sabemos que en el fondo la mayoría de la población quiere vivir en paz.
Este clima se debió en buena parte a la política de pacificación implementado por el gobierno de Rafael Caldera en los años setenta, pero también a un clima de desarrollo democrático que permitió el avance de fuerzas de izquierda dentro del esquema institucional del país. Pero además hay que reconocer una vocación pacifica en el pueblo venezolano que impidió por muchos años que las luchas políticas llegaran a convertirse en violencia.
Sin embargo por muchos años se temió que la gente que vive en los barrios pobres, ubicados en los cerros que rodean a Caracas bajasen a manifestar su descontento con el sistema económico y político que hacia más dura la vida para los menos favorecidos de la sociedad. Esto finalmente ocurrió en 1989 cuando en el llamado carachazo se produjo una ola de saqueos como respuesta a un paquete de medidas que disminuyó súbitamente el poder adquisitivo de los venezolanos, la represión oficial no se hizo esperar y los muertos se contaron por miles.
El clima de paz política volvió al país, pero no por mucho tiempo en el año 92 se produjeron las asonadas militares de febrero y noviembre, vimos la tanquetas entrar al palacio de gobierno, la toma violenta del canal oficial de televisión y hasta un avión derribado sobre la capital del país.
Luego llegó el gobierno de Chávez con su política de confrontación basada en la necesidad de involucrar a los seguidores del proceso revolucionario en la defensa de este. Esto se ha hecho dentro de una confrontación que en la mayoría de los casos no ha producido bajas, entre otras cosas porque se percibe que no hay intención de llegar a extremos violentos y a que los grupos opositores no han caído en provocaciones.
Sin embargo son muchas las agresiones verbales y las actitudes desafiantes. El slogan de la revolución “patria socialismo o muerte” y el discurso del presidente y su equipo de gobierno han ahondado el clima de confrontación y han generado una serie de atentados a objetivos opositores en los cuales se han detonado bombas lacrimógenas y se han repartido panfletos contra la iglesia, los medios de comunicación y las organizaciones políticas que adversan al gobierno.
Lamentablemente hoy no podemos decir que la paz reina en el país, aunque los hechos de sangre se limitan al acción de la delincuencia y a unos cuantos sucesos esporádicos que pudieran tener algún origen político, no podemos ocultar que en los últimos años han ocurrido hechos alarmantes como el asesinato del fiscal Danilo Anderson y las muertes subsiguientes de personas que señalaron como vinculadas al hecho.
Además de esto aparecen los sucesos de 2.001, en los que se producen varias muertes por obra de francotiradores en medio de una manifestación y en los que por la fuerza se depuso al gobierno por unas pocas horas.
La paz sigue siendo un bien que anhelamos y que aspiramos tener pese a que vivimos tiempos en los que la calma no es signo de una verdadera paz, pues la confrontación es táctica usual de los sectores oficialistas pero sabemos que en el fondo la mayoría de la población quiere vivir en paz.
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