En la caja de una nevera colocada sobre la acera que está frente al Registro Mercantil Tercero vive un indigente, allí duerme, come lo que puede con las escasa limosnas que recoge, hace sus necesidades en la calle, todo ante la mirada indiferente de los transeúntes que a diario pasan por allí; hacer el pare en el semáforo del estadio Arminio Gutiérrez representa enfrentarse a media docena de adolescentes con unos no tan improvisados equipos para limpiar los parabrisas de los carros, en el basurero del Centro Comercial Las Lomas vivió por años una mujer con problemas mentales que hasta dio a luz a una niña que todavía vive en algún lugar cerca de allí y que ya es una mujer, también con problemas mentales que se procura la vida vendiendo limones en el semáforo del frente, vestida con ropa de hombre harapienta que le queda grande, aveces aparece golpeada, no sabemos mucho más de sus vidas, pues somos espectadores indiferentes de las miserias humanas,
¿Somos insensibles? El individualismo nos ha llevado a todos a ignorar esas duras realidades que son parte del mundo en el que vivimos. El discurso de los políticos nos habla de humanismo, los curas y las monjas nos hablan de amor, los filósofos hacen tratados sobre una sociedad humanitaria, los militares gritan su amor por la patria y en las escuelas se estudia la forma de ser mejores ciudadanos y seguimos pasando por el lado de la miseria, porque no es nuestro problema sino el problema del miserable y si alguien se interesa, posiblemente lo hace por las implicaciones estéticas, no por el gravísimo problema ético que hay detrás de esta realidad. Así es, preocupan más los malos olores que genera el indigente del registro, o la imagen chocante del enfermo de sida que pide frente a la Plaza Los Mangos o la forma agresiva como nos abordan los limpia vidrios que lo poco que hacemos como sociedad para que todas esas personas tengan una vida mejor,
El problema es del Estado, yo pago mis impuestos, cumplo con mis deberes políticos, voy a misa, pido a Dios por los necesitado, doy limosnas, soy cristiano, león, rotario, demócrata o revolucionario, Los curas que predican el amor, los pastores evangélicos que reciben los diezmos o las organizaciones sociales encargadas de hacer obras de caridad son las que en segunda instancia deben hacerse cargo de quienes no pueden integrarse a la sociedad por su situación de minusvália. La verdad es que nos da miedo enfrentar la realidad social que se esconde detrás de cada uno de esos seres humanos, aducimos no tener las herramientas para hacerlo pero ¿que somos como sociedad? Estamos totalmente desarticulados y posiblemente como el fotógrafo que tomó la foto del niño desnutrido y moribundo con un buitre al lado cada uno de nosotros irá a buscar su premio Pulitzer después de hacer nuestra propia fotografía de la realidad.
Pero hay esperanza y está más cerca de lo que pensamos, la esperanza no son los políticos, ni los religiosos, ni las ONG, ni los seres caritativos, la esperanza está en lo que cada uno de nosotros pueda hacer, cada acción que en ese sentido se inicie, lo que en concreto se haga generará un efecto dominó en dirección a un mundo mejor. Ese es mi mensaje de Navidad y año nuevo, disculpen que sea un mensaje edulcorado, es decir un deseo de felicidad caída del cielo.