martes, septiembre 30, 2014

¿Un fallo fallido?

La Corte Interamericana de Derechos Humanos  dictó un fallo condenando al estado colombiano por una serie de violaciones de los Derechos Humanos, entre ellas la muerte de 49 personas en la  masacre de Maripan en el año 1997. Con esta sentencia se dicta jurisprudencia, ya que los autores de la masacre no fueron los órganos regulares del Estado, sino un grupo paramilitar que según las pruebas presentadas recibió apoyo logístico por parte del ejército y otras autoridades gubernamentales.

Al ser dictado el fallo por la Corte se generó la posibilidad de que sea  acogida en otras cortes y sirva de fundamento a nuevos fallos; sin embargo, un tiempo después aparecieron  con vida algunas de las supuestas víctimas surgen aquí dos preguntas: ¿dejaría de tener vigencia la jurisprudencia? ¿Cómo quedan los fallos dictados con apego a ella?

En el caso específico se ha puesto  énfasis en que no se pone en tela de juicio la cosa juzgada del caso de la masacre de Mapiripán y se ha concluido que efectivamente  hubo una masacre  y obviamente no hay ninguna revisión sobre los hechos fácticos y sobre la responsabilidad del Estado. Pero las preguntas siguen vigentes para el caso de que se hubiese anulado la sentencia.

Nuestra opinión es que si tendría plena vigencia, ya que la sentencia como tal es el resultado de un proceso racional que toma como basé unos hechos que subsume en unos supuestos de derecho para llegar a una conclusión que da origen a la decisión. Si los hechos son desvirtuados con posterioridad la sentencia podría perder  su vigencia en el caso específico, pero no para casos en los que los supuestos facticos si logren ser probados efectivamente.     

domingo, septiembre 14, 2014

Descifrando los códigos de nuestra civilización.

Los códigos de la sociedad actual no los podemos juzgar a priori, decir si son buenos o son malos,  es más ni siquiera podemos afirmar si nos gustan o nos disgustan porque en la medida que gocemos de los privilegios que ellos brindan a quienes están identificados como parte del grupo que está dentro de los perfiles trazados por las súper estructuras entonces estaremos conformes con ellos, pero si estamos fuera del perfil y somos rechazados por alguna causa, ajena a nuestra voluntad incluso rechazaremos el código y no será de nuestro gustó,

Cuando habló de codificación me refiero a los parámetros que se han establecido por la sociedad a través de normas que rebasan el ámbito legal y que generalmente son acogidas por la sociedad en distintos ámbitos que tienen mucho que ver con formas de demostrar que las personas tienen la habilidad de desenvolverse dentro de unos parámetros económicos determinados y que no necesariamente tienen que ver con la forma de pensar o con los valores de la persona y al contrario en la medida en la que las sociedades crecen se van alejando más de estos, pues crece  el individualismo se va dejando a un lado uno de los valores primordiales que es la solidaridad.

En poblaciones de dos o tres mil habitantes era común que todos se conocieran y que las habilidades, las cualidades, los defectos y los vicios de cada individuo fueran conocidos por los demás. Hoy día en ciudades con millones de habitantes, con comunidades educativas y centros laborales con cientos o miles de estudiantes o empleados, con negocios con miles de clientes se hace imposible conocer a cada uno personalmente. Allí surgen los códigos que básicamente están determinados por la capacidad y habilidad  de movilizar el dinero por parte de las personas.

De acuerdo a estos códigos el máximo honor al que se puede optar es el éxito, el nivel de vida que se haya alcanzado representado en el valor de bienes que se poseen y en la capacidad de pago de cada uno. Poco importarán entonces otros valores como la familia, la religiosidad o la espiritualidad de las personas y más grave aún  la honestidad se sustituirá por la habilidad de evadir los controles que imponga el sistema a las personas; por ejemplo si una persona o una empresa se dedica a una actividad ilícita como el juego o el contrabando, poco importa a la banca de donde provienen sus fondos, sólo importa cuanto tiene en su balance y en  cuenta y cual es su capacidad de pago.    

Tampoco importa a quienes manejan estos códigos si la familia de las personas está bien constituida o si la persona o empresa tiene conciencia social o actúa de forma tal que sus actividades no atentan contra el orden ecológico o incluso contra la seguridad de las demás personas, sus empleados, sus clientes o sus proveedores, pues los códigos sólo determinan a las personas bajo la medida de su capacidad económica y su habilidad para hacerla crecer.

El Estado entra a jugar en este caso un papel primordial, pues es el único ente capaz de establecer parámetros diferentes a los de los códigos económicos para regular las actividades sociales y velar por la seguridad de las personas y por su desarrollo personal en ámbitos que no necesariamente estén relacionados con la economía; pero surge entonces el problema de convertir al Estado en una especie de policía corrupto cuyos directores y ejecutores actúan dentro de los códigos económicos que les impulsan a manejarse dentro de la misma escala de valores establecida por sociedad.

¿Por qué ocurre esto? Se podrían imaginar que se necesitarían cientos de páginas y de discursos para explicar la causa, pero no es así, la causa es una sola el valor que domina en nuestra sociedad es el valor económico y por encima de el no parece haber ningún otro. La ética, la moral han sido relegadas a un segundo plano, pues hasta las iglesias, con contadas excepciones se han convertido en negocios y han adquirido la forma de empresas con presupuestos, contadores, administradores y hasta bancos, cosa que per se no es censurable pues de la transparencia de las administraciones de estos entes depende su buen funcionamiento, pero que de cierta manera también introduce los códigos del capitalismo dentro de su seno.

¿Entonces no hay solución que no nos lleve a caer en los códigos del capitalismo? Sólo una, cambiando de actitud ante la superestructura que nos domina y es por eso que se ha dicho que el cambio comienza en cada uno. No se trata de desafiar al sistema, la derrota estaría cantada, se trata de crear un nuevo sistema, en el que los valores estén por encima de la ambición, en el cual la felicidad no provenga sólo del éxito, sino de sabernos honestos, solidarios, de entender que el mundo no es nuestro, sino que somos huéspedes en el y por ello debemos cuidarlo y mantenerlo para nuestra descendencia, pero mantenerlo libre de todo tipo de contaminación, en un ambiente de paz y confraternidad, en el que todos quepamos. De otra manera se llegará al colapso a la autodestrucción o a la guerra estamos dotados de intelecto y no creo que eso se nos haya dado para que atesoremos bienes, pues de ser así no tendríamos el destino seguro que todos tenemos, que no es otro que dejar a este mundo.    

viernes, septiembre 12, 2014

Isis y el choque de civilizaciones.

Aunque mucho se ha discutido si existe o no un choque de civilizaciones en la actualidad o si simplemente existen distintas culturas con elementos antagónicos, lo cual en sí no determina la existencia de varias civilizaciones pues en realidad el mundo vive bajo los parámetros de la civilización occidental. La,revolución industrial se impuso en el mundo entero y es casi que imposible concebir un lugar al que no llegue la electricidad, bien sea a través de grandes redes, de generadores domésticos o simplemente a través de baterías descartables. El automóvil se impuso en el siglo XX al igual que el avión, la,informática inició su colosal asenso en ese mismo siglo y en la actualidad afecta de alguna manera a cada habitante del planeta.

Entonces ¿cómo se puede explicar la sublevación de los musulmanes de Isis en el Medio Oriente? Aquí podemos hablar de un choque de culturas en el cual las personas no se entienden. Las escalas de valores son totalmente diferentes, la religión es vista desde ángulos totalmente distintos, igualmente las relaciones de poder son muy diferentes a las de los modelos occidentales que se han tratado de imponer en sus territorios. Todos estos elementos han generado una reacción en los factores que se ha dado por llamar fundamentalistas, pero que en realidad son seguidores de la cultura tradicional que se encuentra arraigada en sus territorios.

Las crucifixiones,  las decapitaciones y otros medios de castigo que a la luz de nuestra cultura son crímenes atroces para ellos son simplemente formas de hacer justicia. Todo esto debe ser visto desde un ángulo que no solamente condene la atrocidad de las acciones, sino que determina las causas que han llevado a los actores a perpetrarlas. Obviamente hay factores internos, rencillas tribales y otros elementos que considerar, pero en el fondo todo lleva a la resistencia a la imposición de una cultura ajena con escalas de valores totalmente diferentes.

La respuesta de Occidente ha sido combatir la guerra con más guerra. Si lo que se busca es la paz sería procedente buscar soluciones pacíficas a los conflictos, pero hay muchos más factores que considerar, quizá el más importante sea el problema económico, el control de la producción petrolera y de otros recursos naturales, además de la profundidad del conflicto que haría ingenuos intentos de la búsqueda de soluciones concertadas, pero ¿tiene realmente Occidente derecho a intervenir en el conflicto? ¿Son  los Estados Unidos el país llamado a intervenir? ¿Qué papel deben jugar las Naciones Unidas? Muchas son las preguntas, pocas las respuestas que nos dan.

Lo más grave del problema es que las acciones de Isis son en realidad una insurrección contra Occidente y aunque las pretensiones del grupo no han sido tomadas en serio hasta ahora cada vez parecen tomar más fuerza. Entre los objetivos que señalan está la sede de la iglesia Católica, Israel y obviamente Washington. Las tácticas de guerra asimétrica parecen ser las que se apliquen a las futuras acciones, lo cual las hacen impredecibles. Más de veinte años de guerra en Irak son la causa  de las accione y quizá ya sea tarde para tomar otro tipo de acciones.    

martes, septiembre 09, 2014

¡Que tiempos aquellos!

Mucha gente se pregunta que cambios se han producido en Venezuela en los últimos quince años. Esta pregunta surge porque en los medios se repite que hemos vivido en tiempos de revolución y porque obviamente muchas personas tienen la curiosidad de saber cómo es vivir en revolución.

Antes que nada debemos decir que en realidad no hemos vivido una sino dos revoluciones: una de signo política, muy local y hasta folclórica y otra tecnológica, de signo global que ha unificado el pensamiento de los seres humanos a lo largo y ancho del planeta. 

Estas dos revoluciones hasta cierto punto se han complementado, pero también han suscitado una serie de tensiones ideológicas, pues la revolución política tiene su fundamento en el socialismo, mientras la revolución tecnológica se ha desarrollado dentro del concepto de un mercado global que responde a una ideología capitalista.

Pero sin entrar a discutir el fondo ideológico de las dos revoluciones entramos a considerar lo que era Venezuela hace quince años; el Estado venía de ser una estructura excesivamente desarrollada en los años ochenta, pero que iniciaba un proceso de descentralización en los años noventa. La dependencia del petróleo y de las industrias básicas era muy grande, pero no tanto como hoy día.

Hubo distorsiones económicas, la sobrevaluación del bolivar, las políticas cambiarías y la inestabilidad de los precios del petróleo asomaban una eventual crisis económica. Los medios de comunicación funcionaban como verdaderas empresas privadas; sin embargo en alguna medida eran controlados por los partidos políticos dominantes que hasta la caída de Carlos Andrés Pérez fueron AD y Copei. No existían las redes sociales y los canales internacionales de noticias tenían relativamente poca penetración.

La radio y la televisión respondían al sistema de concesiones, al igual que hoy día y las licencias eran muy limitadas, así que no habían grandes cadenas y los formatos eran principalmente musicales. La calidad dejaba mucho que desear, pues se buscaba llegar principalmente al target popular para ganar sintonía.

En las salas de cine al igual que hoy se exhibían las grandes producciones de Holliwood, dando escasa cabida a otro tipo de cine. El cine nacional se enfocaba a temas relacionados con la delincuencia y la vida en las barriadas. Las telenovelas ocupaban los espacios estelares de la televisión, los sábados habían programas de variedades que duraban horas, allí se presentaban desde los vallenatos más baratos hasta los grandes ídolos del pop mundial. El cable comenzó a desplazar a la TV nacional en los 2000.

La empresa privada era fuerte, la industria automotriz era de las más importantes en Latinoamérica, la industria de los electrodomésticos comenzó a desarrollarse, pero tuvo su ocaso a partir de los 90 com la globalización de la industria. Venezuela pudo haber competido com la industria mundial haciendo alianzas con las  empresas líderes en el mundo, pero el cierre del apoyo a la iniciativa privada cerró las puertas a las alianzas estratégicas.

La publicidad sufrió varios sacudones, la propaganda de licores y cigarrillos se limitó a partir de los ochenta y prácticamente desapareció en los noventa. El proceso revolucionario eliminó la publicidad de los camiones de transporte de mercancía y eliminó algunos símbolos icónicos de la ciudad de Caracas y ordenó hace poco tiempo todos los avisos del centro de Caracas. 

Lo que si es cierto es que nunca hubo escocés de productos ni racionamiento de energía o de gasolina. En los ochenta y los noventa los venezolanos de clase media viajaban mucho al exterior y eran conocidos como la tribu de los trabáratos porque era  compradores compulsivos.