lunes, enero 22, 2007

Siquiera se murieron los abuelos.

Este poema de Jorge Robledo es mas antioqueño que pasar el aguardiente con ensalada, pero en el fondo es universal. Hoy desde San Cristóbal lo recuerdo como recuerdo a Don Antonio a quien tuve la alegria de conocer y al abuelo Mariano de quien el recuerdo que tengo está las historias que contaba mi padre y mis tías.
Hubo una Antioquia grande y altanera
Un pueblo de hombres libres.
Una raza que odiaba las cadenas
Y en las noches de sílex,
Ahorcaba los luceros y las penas
De las cuerdas de un tiple.

Siquiera se murieron los abuelos
Sin ver cómo se mellan los perfiles.
Hubo una Antioquia sin genuflexiones,
Sin fondos ni declives.
Una raza con alma de bandera,
Y grito de clarines.
Un pueblo que miraba a las estrellas
Buscando sus raíces..

Siquiera se murieron los abuelos
Sin ver cómo afemina la molicie.
Hubo una Antioquia en que las charreteras
Brillaban menos que los paladines.
Una tierra en que el canto de la cuna
Adormecía también los fusiles.
Una raza con sangre entre las venas
Pero sin sangre niña en los botines.

Siquiera se murieron los abuelos
Sin ver los cascos sobre los jazmines.
Hubo una Antioquia en que las hachas eran
Blasones de la estirpe.
Una tierra de granos y espigas,
De cantos y repiques.
Una Antioquia de azules madrugadas
Y tardes apacibles.

Siquiera se murieron los abuelos
Sin sospechar del vergonzoso eclipse.
Hubo una Antioquia en que la Cruz de Cristo
Llenaba el corazón de los humildes,
Una tierra en que el pan era sin llanto,
Y el calor de hogar sin cicatrices.

Siquiera se murieron los abuelos
Frente a la dulce paz de los trapiches.
Hubo una Antioquia donde la esperanza
Medía su estatura en las raíces.
Una raza de hombres que ignoraban
La blanda sumisión de los rediles.
Un pueblo de Patriarcas
Con poder en la voz, no en los fusiles.

Siquiera se murieron los abuelos
Sin ver la omnipotencia de los alfiles.
Hubo una Antioquia de mineros fuertes,
De arrieros invencibles,
De músculos que alzaban el futuro
Como vara de mimbre.
Una raza enfrentada a la montaña
Con tesón de arrecife.

Siquiera se murieron los abuelos
Sin la sensualidad de los cojines.
Hubo una Antioquia donde la alegría
Retozaba en los ojos infantiles.
Un pueblo que creía en las campanas
De las torres humildes,
Y respetaba el grito de la sangre
Y la virginidad de los aljibes.

Siquiera se murieron los abuelos
Creyendo en la blancura de los cisnes.
Hubo una Antioquia de himnos verticales,
De azadas y clarines.
Un pueblo que veía en las estrellas
Dorados espolines,
Y le rezaba a Dios, mientras la luna
Templaba la nostalgia de los tiples.

Siquiera se murieron los abuelos
Con esa muerte elemental y simple.

JORGE ROBLEDO ORTIZ

3 comentarios:

Anónimo dijo...

un poema sin tiempo, valido por siempre

Anónimo dijo...

Ante este poema eterno, es decir sin tiempo, que pensaran nuestros abuelos y el autor del mismo, frente a la realidad de mentira, deshonestidad, cinismo, hipocresia, que nos tiene sumidos un de sus hijos apatridas

Anónimo dijo...

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