La historia no existe antes de la guerra, este es un grito que ha hecho eco en las montañas y que merece ser repetido. La Paz no es noticia, la guerra es el gran suceso, es la amalgama que sirve para moldear a los pueblos. Conquistas, golpes de estado, holocaustos, invasiones son los materiales de los cuales están hechos los pueblos.
El pecado original no puede ser otro que la guerra; ella se fundamenta en la codicia, en el afán de dominación, en los deseos de independencia. Conceptos como el orgullo nacional, la soberanía de los pueblos y la identidad de los países si son vistos a fondo no son otra cosa que manifestaciones de un egoísmo colectivo.
El negro fantasma de la dominación está presente en todas las guerras, la paz no es más que un anhelo inalcanzable, el principio de la autoridad que promete poner orden en la sociedad no es otra cosa que la forma de someter a los más débiles. La religión, el Estado, los colectivos y las familias están edificados sobre las bases del poder y el poder no es otra cosa que el ejercicio de la dominación.
¿Qué podemos oponer al poder? ¿La libertad? Hay algo más que eso, el respeto a los demás, la entrega consiente a la edificación de un mundo en el cual cada uno pueda desarrollar su potencial es el único comino. Se requiere ir a lo mas profundo del ser para entender el rol de cada uno y así comprender que la verdadera clave la vamos a encontrar desarrollando la capacidad de amar. Es por ello que la solución a los problemas de la humanidad está en el interior de cada uno de nosotros. No es fácil, pero podemos comenzar a trabajar en esa dirección.
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