Ayer cuando veía al precandidato demócrata y senador de los Estados Unidos pasó por mi mente la infausta imagen de los asesinatos de Martín Luther King y Jhon F. Kennedy. No es un mal que le desee a ese joven político que promete cambiar la historia de los Estados Unidos, al contrario es un temor legítimo que surge ante una figura que representa un cambio mas que en la democracia en la sociedad norteamericana. Enemigos seguramente no le faltan, sobretodo dentro de los mas radicales y poderosos grupos conservadores de esa nación.
Obama se ha declarado radicalmente contrario a la guerra contra Irak, como demócrata sabemos que está abierto a el dialogo con los regímenes que se oponen a lo que representa su país, en el campo de la seguridad social ha prometido masificar los beneficios de los sistemas de atención medica y en la educación ha ofrecido abrir la posibilidad de que los menos favorecidos tengan acceso a la educación superior. Esto unido a que es afrodescendiente, descendiente de un musulmán, nacido en Hawai y de origen relativamente humilde hace que sea blanco de los grupos mas conservadores de ese país.
Lo que está en juego no es poca cosa, es la conducción de la nación mas poderosa del planeta. Que Dios proteja a Obama y que de sensatez a sus detractores para evitar un desenlace trágico a la brillante carrera de este norteamericano que promete cambiar la historia de un país que hasta hace solo unas pocas décadas no concebía que un hombre de color pudiese llegar hasta adonde el ha llegado.
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