jueves, junio 14, 2007

Las dos Venezuelas.

Del dicho al hecho hay mucho trecho decían las abuelas. Hoy vemos dos Venezuelas, una perfecta, armónica, donde todos somos felices, libres, donde no hay abusos de autoridad, en la cual la única perturbación es la que producen unos pocos desadaptados o mejor disociados, donde la solidaridad internacional es la regla, regla que para confirmarse tiene su excepción, la posición aisada de George Bush, Condolezza Rice y otros pocos colaboradores del régimen imperialista en franca disolución que encarnan estos personajes odiadados por el resto de la humanidad, una Venezuela en la cual la nueva moral revolucionaria está tocando a los funcionarios públicos al punto que salen a las calles a regalar sus automóviles, sus neveras, sus tierras y todo lo que les pueda sobrar, una Venezuela que construye ciudades socialistas en las cuales el dinero será cosa del pasado, en las que las jornadas de trabajo serán de cuatro o seis horas para que todos puedan disfrutar de espacios culturales y deportivos, para hacer teatro, para jugar béisbol con el Presidente y por supuesto para disfrutar de la magnifica televisión de servicio público hecha ´por cooperativas de ciudadanos y productores independientes sin otro interés político que llevar felicidad a las comunidades, ciudades en las que no hay alcaldes ni concejales solo ciudadanos agrupados en consejos comunales, en las que los alimentos se producen en los jardines, donde las avenidas en lugar de chaguaramos tienen palmas de cambur en sus islas cuyos frutos maduran para alimentar a los transeúntes, donde no hay perreras sino gallineros verticales, donde los niños reciben a diario la cajita social lista, donde Ronald Mc´donald ha sido desterrado y se le han abierto los brazos a algun soldado revolucionario, donde los jóvenes no tienen ningun otro interés que formarse para construir un país mejor, donde las ancianas hacen bailoteripia frente a un monitor bien jamado junto a sus artistas favoritos, donde no se comercia con el sexo porque el amor es libre y el hambre no existe. Esa es la Venezuela del discurso, ese es el país que nos venden los domingos es el país de los sueños de muchos, un país desarrollado desde adentro, un país donde se ha logrado la máxima suma de felicidad posible para el pueblo, un país donde no hay excluidos, donde todos tienen los mismos derechos.

Por otro lado hay otro país, un país en el cual un salvaje capitalismo se lleva la felicidad de los hombres por caminos de frustración, un país en el que todo y todos tienen precio, un país en el cual el amor ha sido sustituido por la prostitución y donde la justicia no es otras cosa que el ingrediente de algún guiso montado por un magistrado, un país donde las ciudades están rodeadas de barrios pobres, un pais donde no hay hogares sino ranchos, un país en el cual para llegar a casa hay que pagarle peaje a algún malandro que igual un día te quitara el reloj, tu vida o que le robará la inocencia a una de tus hijas o los sueños a algún niño que pase por su territorio, un país donde recoger basura es un medio de vida y en el que los basureros son sitios donde la miseria da a luz y donde la muerte es desafiada por los niños que juegan con los zamuros. Un pais con 133 Mac´Donalds donde la comida de un niño vale mas que el salario del día de un obrero, un país donde los Hummer circulan por las autopistas como autos de lujo no como vehículos de guerra, un país donde quien trabaja es perseguido por los recaudadores de impuestos y por los guerrilleros, un país donde tener un cargo público garantiza que nunca mas volverás a tener que trabajar, un país donde no se consigue leche, pero sobra el escocés, donde no hay sardinas pero si salmón fumé, un país en el que la calumnia se confunde con la opinión, donde las oraciones se confunde con los insultos, un país donde las leyes tan flexibles que no es posible ni necesario romperlas, un país donde ser revolucionario es lo mismo que ser millonario, un país donde opinar no es prohibido, pero tampoco es atendido, un país donde Dios es otra mercancía que se vende libremente bajo la carpa de algún pastor o bajo las lámparas de la catedral que rige algún monseñor, un pais donde te regalan bombillos para que no veas la luz, donde un litro de gasolina vale vente veces menos que un litro de agua, pero la mayoría de la gente anda a pie, un país muy democrático donde cuando opinas te meten en una lista para cerrarte las puertas, un país en el cual los burgueses no pueden ser socialistas, pero los socialistas si pueden ser burgueses, un país que se dice rico pero donde ser rico es malo. Ese es el país que se ve en las calles, el país que trasciende al discurso, un país que no queremos, pero que amenaza con comérselo.

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