Hoy ha sido un día lleno de recuerdos para los venezolanos, pues el golpe de estado ocurrido en Honduras nos transporta a los sucesos de 2.002 en Venezuela. Hasta ahora parece que los militares hondureños han sido igual de torpes que los venezolanos que apoyaron el carbonazo y eso nos hace esperar un desenlace parecido.
Las torpezas han sido muchas y de parte y parte. Dicen que Zelaya violó las leyes hondureñas, que al destituir al Ministro de la Defensa actuó contra la Constitución y que el Tribunal Supremo de Justicia le ordenó restituirlo en su cargo y tampoco acató esa orden. Hasta allí las torpezas de Zelaya. Los golpistas por su parte actuaron atropelladamente para evitar una consulta popular depuso en horas de la madrugada al presidente sin seguir aparentemente ningún tramite formal.
Si desacató una orden judicial lo procedente hubiera sido que la Corte ordenara la detención del presidente y la suspensión de la consulta. Al final hablan de una supuesta renuncia de Zelaya contenida en una carta que habría suscrito hace un par de días y que este niega haber escrito.
La carta como tal puede no tener validez simplemente por haberse utilizado la fuerza para que el presidente la suscribiera, la voluntad estaría viciada y el contenido de la carta se constituiría un acto irrito, es decir carente de toda validez.
El haber enviado a Zelaya a Costa Rica parece ser un acto de torpeza extrema, si violó la Constitución y las leyes no es una pena de expulsión lo que procedía ni es tampoco la jugada mas inteligente cuando ni siquiera se sabia cual seria la reacción de la comunidad internacional.
Para ponerle la guinda al postre la comunidad internacional ha desconocido al nuevo presidente y a calificado el acto como una ruptura del hilo constitucional. Así que no hay que ser adivino para afirmar que el golpe está llamado a fracasar y que solo podría tener alguna eficacia si se convoca a elecciones de inmediato, cosa que parece descartada hasta ahora.
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