El día de hoy ha sido unos de los más fuertes en los últimos días. Desde la madrugada comenzaron las explosiones y los ruidos de las motos y las tanquetas antimotines pasando por las cercanías de nuestra residencia. Como a las siete y media comenzó a sonar una sirena de aquellas que se escuchan en las películas de guerra, en un principio creímos que sería por un tiempo corto, pero esto duró casi hasta las diez de la mañana. Poco a poco los nervios de todos se fueron alterando, Juan Cristóbal caminaba de un lado a otro, Mariangel no se hallaba, yo no conseguía concentrarme en el trabajo de la tesis que estoy realizando para la especialización en derechos humanos que estoy haciendo, ironías de la vida, estudiando derechos humanos en medio de esta crisis.
Como a las diez y media mi esposa me dijo que iría a buscar a nuestra hija a casa de mi suegra, normalmente en un día de mucho tráfico eso toma como diez minutos, que normalmente se extienden a una hora con el cafécito, el saludo, la conversa familiar y el regreso. María Camila, nuestra hija se había quedado a dormir antes de ayer donde su abuela porque mi cuñada estaba celebrando el cumpleaños y en las tardes el paso se vuelve imposible por las barricadas, pero el martes no abrieron paso en protesta por la detención del alcalde de la ciudad, así que debió prolongar su estadía un día más. Llegar a la casa de mi suegra nos tomó hasta las doce del día, conversamos como quince minutos y nos dispusimos a regresar.
El regreso fue un poco más suave, conseguimos menos tráfico e incluso pudimos poner gasolina, un Bolívar con cincuenta poco más de quince litros menos de 0,017 dólares y si lo que equivaldría a 5 centavos de dólar el galón, irrisorio ¿verdad? En En Estados Unidos cuesta setenta veces más. Después de abastecer el combustible nos dirigimos a casa por la vía de la nueva sede de la Universidad Católica, pasamos por un lado del barrio Colón, allí, aunque afortunadamente no los vimos, un grupo de motorizados disparaba a las residencias e ingresaron a un edificio y lograron detener a dos estudiantes. Eran como las dos de la tarde cuando llegamos de regreso a casa, los vecinos estaban alarmados, habían estado oyendo disparos y sirenas. Como siempre nos protegió la Providencia.
Más tarde me dirigí a Peribeca, la autopista, que normalmente tiene mucho tráfico, estaba totalmente despejada. Di una vuelta en nuestra pequeña granja, traje algo de rúgula que ya comienzan a pedir nuestros clientes y unas flores para la casa. En el camio de regreso vimos a un grupo de manifestantes con una bandera gigante y banderas y pancartas en medio de la autopista, parecía que se disponían a trancar el paso, unos metros más adelante vimos un comboy de la Guardia Nacional dirigiéndose en dirección a la protesta, creo que pasamos justo a tiempo. Ahora me estoy tomando un jugo y esperando ver que nos traerá la noche.
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