domingo, febrero 02, 2014

De la naturaleza del hombre y de Dios.

¿Qué somos realmente? Podemos visualizarnos como simples personas, pero también como espíritus e incluso como dioses. Nuestros hijos al nacer son un milagro, vienen de un lugar desconocido y misterioso, sus espíritus se materializan en nuevos seres humanos que llenan de alegría a los demás espíritus que habitamos en este plano material y que día a día descubrimos nuevos milagros en la sencillez de las cosas ratificando nuestra condición divina.

¿Por qué mi perro mueve la cola cada vez que me ve llegar o un viejo amigo te muestra su rostro iluminado con una sonrisa cuando te vuelve a ver?  Es la conexión divina de esa fuerza sagrada que se llama amor, nos alegramos todos los días con los regalos de la naturaleza, la sombra de los árboles, el sabor de los frutos, el sonido del viento, el trinar de los pájaros y la luz de la luna. Hasta esas fronteras llega nuestra capacidad de amar y cuando amamos mostramos nuestra esencia divina. 

Y somos capaces de abrir puertas a mundos misteriosos e inexplorados sólo con nuestra mente; vidas pasadas, personajes que creíamos inexistentes, historias fantásticas, experiencias alucinantes, visiones fabulosas, todas esas cosas afloran cuando encuentras la vía a tu interior, cuando viajas a lo más profundo de tu mente y logras darte cuenta que no sólo habitas en este plano, sino que hay muchos otros de los que no todo el tiempo somos conscientes, como no lo somos del hecho mismo de nuestra divinidad.

La imagen que cada uno tiene de si mismo no es la misma que pueden tener otros, sólo cada uno de nosotros puede llegar a saber quien es realmente, la imagen que los demás tienen de ti depende de tus propias experiencias, al igual que la imagen que los demás tienen de ti dependerá de las experiencias de los otros. Recuerdo en este momento el día que llegué a la finca del Páramo y el encargado de la casa me saludo y preguntó con su acento de campesino rancio:

" -¿Y el doctor por qué no había vuelto a salir?."

Me sentí como un espíritu que llega del más allá y supe que mi mundo sólo puede ser entendido por mi y en menor grado por quienes han vivido por mucho tiempo cerca de mi. No se como me percibía ese hombre, pero si se que no me veía en mi integridad sólo sabía de mi para decirlo en sus términos cuando yo salía, cuando entraba en su mundo.

¿Y qué decir de la muerte? Un destino misterioso pero seguro, con Nuestro transitar en el tiempo nos damos cuenta que cada día estamos más cerca de ella, abrigamos si la esperanza de que nuestros espíritus sobrevivan a nuestros cuerpos, por eso a medida que el momento se acerca comenzamos a alimentar más nuestro espíritu con las energías positivas que nos ofrece la vida, comenzamos a entender que no sólo somos nosotros, sino que en nuestra esfera comienzan a tejerse redes que nos unen a través de esas fuerzas que nos unen con los demás seres que habitan en este plano y comenzamos a entender que así como los despojos de nuestros cuerpos servirán de alimento a otros seres pues nuestra materia fertilizará la tierra y hará más fuertes los árboles y las hierbas de los campos en los que seremos sepultados, así mismo las energías que generamos quedarán presentes en nuestros hijos, nuestros amigos y aquellos quienes dieron algún valor a nuestras huellas.

Las sectas secretas y las religiones modernas están todas de acuerdo con que el destino final del espíritu es el encuentro con Dios, sólo falta que sepamos quien es realmente Dios ¿Una energía creadora que generó el big bang, una fuerza cargada de energía positiva capaz de materializarse en el amor, o un monarca absoluto que reina en el universo y que tiene el poder de dar y quitar la vida a los mortales y de juzgar sus obras en un tribunal que comenzará sus audiencias en el fin de los tiempos? En realidad aunque todos podemos visualizarnos como dioses no hemos alcanzado aún el estado de perfección que nos permita definir la naturaleza objetiva de Dios, quizá porque su ser no posee tal naturaleza y nosotros humanos sólo podemos percibirlo desde nuestro interior y al menos en esta esfera nunca podremos darle una forma que podamos percibir a través de nuestros sentidos  como la de  un individuo de carne y hueso.  

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