Ayer me escribía una amiga que en Acarigua parece que viviesen en Narnia, allá no pasas nada, mientras en otros puntos de Venezuela la gente protesta o es reprimida. Tuvimos una larga conversación por el chat y le escribí lo que sentía en ese momento y que en cierta forma ilustra lo que vivimos en San Cristóbal que es el centro de los acontecimientos. Resumiendo le dije que en cierta forma es afortunada, porque en ciudad se pueden dar el lujo de ir al supermercado, o al trabajo o mandar a los ojos al cine, a MacDonald's o al colegio o llevarlos a comerse un helado o visitar a los amigos. Aquí esos eso son cosas que casi ni recordamos.
Lo que si podemos hacer es oler el humo de las guarimbas, oír las explosiones a lo lejos, o peor aún ahí mismito en la esquina de tu casa, o sufrir el repugnante olor de las bombas lacrimógenas y oír los gritos de terror en las esquinas. Comencé la conversación con ella bromeando, pero poco a poco fui dándome cuenta que todo era realidad y la rabia y la tristeza se apoderaron de mi espíritu. Le dije entonces que es triste que estemos viviendo, la felicité por vivir en Narnia, por ella y su familia que pueden vivir en paz, aunque también le dije no sabemos que consecuencias traiga que ciudades como Acarigua estén aún anestesiadas, lo que nos jugamos en este momento es el futuro del país.
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